don quijote e la mancha
siado a menudo para torcer el argumento hacia glosas insensatas), si tal intención conformara la obra no digamos ya exclusivamente, sino en una dimensión tan amplia como a veces se ha creído, el Quijote no habría interesado más que a un puñado de curiosos de antaño y, desde luego, en nuestro tiempo carecería de atractivo.
¿Es plausible que el Quijote naciera en la mente del autor como «invectiva contra los libros de caballerías»? Más razonable parece entender que la novela «se engendró» cuando Cervantes, «en una cárcel», entrevió las características esenciales del protagonista, un hidalgo trastornado por la lectura de las fábulas caballerescas y dispuesto a remedarlas en la España de Felipe II, y no porque el escritor se propusiera en primer término desacreditarlas y a tal fin forjara luego el personaje de Don Quijote. Al principio del relato, tras la aventura de los mercaderes, Don Quijote se olvida de los libros de caballerías y pasa a identificarse con los héroes del romancero (I, 5), como más tarde pensará en volverse pastor de bucólica (II, 67). Tan poco firme era la «invectiva» en la fase inicial de la obra y tan maleable aún al final.